domingo, 3 de octubre de 2010

Padre...

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-El reloj de alarma no funcionó, pero aún así desperté temprano gracias a una pesadilla, estuve cayendo en un precipicio demasiado profundo, por suerte desperté antes de que caiga. Sentía  escalofríos, la ventana se abrió con una fuerte ráfaga de viento, mis manos se encontraban heladas, las observé, en la mano derecha vi una marca algo rara, iba desapareciendo lentamente hasta eliminarse, era roja y hecha con un líquido que parecía sangre.
Traté de olvidar lo que vi, y me empecé a arreglarme para el colegio, pase mi mano por el cabello y sentí un líquido húmedo y viscoso, me vi la mano tratando de ver que era ese líquido, era sangre… me vi al espejo horrorizada, y todo mi rostro estaba igual, como si algo me hubiese salpicado. La sangre me corría por la cara, mi reflejo en el espejo se lamió los labios, saboreó la sangre y mostró una sonrisa siniestra, sínica.
No tuve valor para moverme, ni para gritar, me quedé ahí parada, sin mover un músculo. Me armé de fuerzas y me pasé la mano por los ojos, queriendo creer que es una broma de mi subconsciente.
Ya no estaba, la sangre ya no estaba, tome mi cuaderno de apuntes, cogí una manzana del refrigerador y salí, estuve tan atónita que olvidé despedirme de mi madre, apreté mi cuaderno para darme fuerzas y olvidar lo que vi, sabiendo que es imposible.
En el colegió, el profesor de biología nos mostró una imagen muy horrible para ojos normales, una de un hombre desfigurado, pero yo no sentía esa repugnancia que mis compañeros sentían.
Llegué a casa tratando de descubrir lo que me pasaba, vi el plato de comida que mi madre dejó para mí. No me dio hambre, pensé en dormir temprano, me acosté.
Luego de dos horas de no poder dormir, volví a sentir ese escalofrío estremecedor de la mañana, la puerta rechinó, se empezó a abrir muy despacio, sentí mucho miedo, me quedé quieta pensando que es el viento el que abrió la puerta,  pero seguía atenta, en la situación que estaba no podía bajar la guardia, olía a sangre, alguien o algo se acercaba, una mano áspera acariciaba mi rostro, no era una mano, tenía una contextura parecida al látex. Estaba aterrada, nuevamente mis músculos, no los podía mover, había un monstruo tocándome y no podía actuar, saqué fuerzas de lugares que no conocía, tomé la lámpara  de fierro que estaba en mi escritorio cerca a la cama, y lo golpié, fue un golpe seco, no escuché grito alguno, ni siquiera un gruñido.
Vi el cadáver, estaba desfigurado y con el cráneo roto, temblorosa y con todo el cuerpo bañado de la sangre del monstruo me vi al espejo y me lamí los labios, saborié la sangre, me gustaba, sonreí y recuperandome del estado sínico recordando qye lo que estoy haciendo fue una visión que tube en la mañana di un grito de extrema confusión, no pude creer lo que hice, y no sentía repugnancia de la sangre esparcida en mi cuerpo, y el temblar había sido causado por la confusión que me gobernaba, me puse en cuclillas para contemplar al monstruo. La imagen del monstruo desfigurado me parecía exageradamente tierno y excitante. Mi madre había subido sollozando, y me abrasó, tomé su mano y me despedí. Creo que hice lo correcto cumpliendo mi destino, haciendo lo que debía para mejorar esté planeta lleno de plagas de mediocridad.

viernes, 1 de octubre de 2010

Madre...


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Entonces la vi saliendo de la habitación presurosa, más de lo habitual, note que escondía algo, las manos le temblaban, tenía un cuaderno abrasado, como se tratase de esconderse tras él. Ni siquiera me dirigió la mirada, tomó algo dela refrigeradora, le tembló mucho la mano al tratar de girar la perilla para abrir la puerta que dirige a la calle, logró hacerlo, apretó más aún el cuaderno como dándose fuerzas para vencer miedos.
Me dirigí a la habitación tratando de excusar la actitud de mi hija y vi un desorden nada normal, supuse que salió demasiado apresurada y no pudo ordenar sus cosas, me fije en la hora y eran apenas las 7:10 am, y ella naturalmente sale a las 7:20 y con menos apresuró que el que mostró aquel día.
Llegué a las 7:00 pm, como todos los días después del trabajo rutinario que seme otorga en la oficina y vi la comida que le había servido para el almuerzo a ella, estaba intacto, ni siquiera lo tocó, sabía que algo andaba mal, pero no fui capaz de actuar.


Mi esposo había terminado de arreglar el jardín me preguntó dónde estaba ella para darle las buenas noches, le dije que en su habitación, y se dirigió allí. Entró muy despacio cuidando de que no la despertara en caso de que esté dormida, desapareció de mi vista tras pasar detrás de la puerta, me di media vuelta, con una sonrisa tierna y enamorada sabiendo que mi marido ama tanto a su hija, para lavar los platos del almuerzo. En el preciso instante en que toqué el primer plato hondo, escuché un sonido de golpe seco proveniente de la habitación de ella, no actué creyendo que cayó algo con la torpeza común de mi esposo, hasta que después de más o menos 10 segundos escucho un grito quebrantador de mi hija, y seguidamente empezó a sollozar de una manera inconsolable…

Corrí con lágrimas en los ojos escaleras arriba y vi muchas manchas de sangre en toda la habitación, mi hija veía al cadáver de su padre con una ternura que nunca había presenciado, el tenía todo el cráneo roto.
La abrasé con todas mis fuerzas sollozando y le pregunté qué sucedió, y me dijo: madre lo siento, el destino ya me ha llamado, el universo quiso que fuese así”  Sin entenderla caí al suelo vencida por el llanto y abrase a mi marido, no podía creer lo que sucedió. Retomé la razón traté de consolar a mi hija, pero ella no parecía necesitar consuelo, me tomó de la mano la besó, me dijo: “Gracias, cuídate y cuida a papá, te amo, el universo me necesita pera cumplir su propósito”.
Saltó por la ventana, y se perdió de mi vista entre los árboles.
-Joven Nafdorf no sabe cómo me arrepiento de no haber actuado y ayudado a mi hija cuando podía, perdóneme, ¡perdóname Dios!