Allí está ella, hermosa, como en todos los recreos saltando sobre esa pita, con esa sonrisita que me envuelve en un mundo paradisiaco… Diciendo esto en mi mente solté un suspiro descontroladamente fuerte, tanto como para que Jill me escuchara. Jill es mi mejor amigo y lo fue desde que su mamá se conoció con la mía.
-Jajaja… ¿sigues amando a esa flacucha?, Nafdorf… ¡Qué te pasa!
-¡No la llames flacucha Jill!, exclamé mientras fruncía exageradamente las ceja. Tú sabes que siempre la quise, y te prometo que llegaré a casarme con ella.
Soltando él una carcajada obligada, solo para molestarme, solté una pequeña sonrisa, esas de las que tratas de ocultar para parecer serio, pero brotan sin poder hacer nada contra ellas. Le empujé suavemente con la mano. Nos mostramos unas risas mas tambaleando nuestros cuerpos.
Claro que me molestó, pero, la satisfacción de tener un amigo al que puedo confiar mis secretos me gana, estoy seguro de que él nunca me trataría de hacer daño.
Acabó el recreo y Lady, el amor de mi vida, guardó su liga en el bolsillo y se dirijo al salón. Me quedé contemplándola en el transcurso de su recorrido al salón hasta que vi la mano de Jill agitándose delante de mis ojos.
-Hooolaa… ¡Hey!, Nafdorf despierta, deja de ver a la flacucha. Diciendo esto Jill corrió hacia la puerta escapando de mí.
-¡Te voy a alcanzar!
Amo mi colegio…
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